Siguiendo la espiral hacia dentro. Equivocada la dirección. Cada paso que voy dando está más lejos de ir hacia fuera. Me mareo, y siento ganas hasta de vomitar.
No sé si alguien supo un día hacia dónde se dirigía.
Llueve angustia. Truena la rabia. Ya no se aproxima la tormenta: la incomprensión ha llegado. El sinsentido. El absoluto absurdo. Todo nubla el firmamento mudo. Hoy, ni siquiera se cuela un rayito de sol por entre las sombras. Mi mundo llora.
Y el consuelo se halla refugiado en un trozo de papel en blanco, guardián de todos mis secretos. Allí nacen y allí mueren. Allí se quedan encerrados de por vida. Ojala todo fuese tan fácil como arrugar en una bola ese papel. Es posible que al final optase por tirarla a la basura. A lo mejor, hasta la quemaría. Pero, sin equivocación alguna, la amargura de este día a día, definitivamente, desaparecería.
¡Mas no pienso hacer trizas con mi vida! Sólo tengo que enfrentarme a ella y darle, esencialmente, vida.
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