22 abr 2008

Inextinguible

Hoy te cuesta mirarme a los ojos. Bajo tu apariencia, salvaje y fuerte, sigues encubriendo la inocencia de cuando fuiste un niño.

Me abstraigo disfrutando de tu risa inacabada mientras tú hablas. Y no me entero de nada, aunque diga que sí a todo. Me pregunto si tú te enteras de cómo intento disimular lo que siento. Me pregunto qué te preguntarás. Si olvidarás al instante este fugaz encuentro o si, por el contrario, aunque quieras y lo intentes, no lo puedes obviar.

Seúl, pensaba yo, iba a ser mi destino final. Hoy parece, sin embargo, que tan sólo se convertirá en un triste anhelo más. Ahora voy hacia el Sahara. ¡Créeme que siento miedo! Me pregunto si, el próximo verano, cuando vuelva de Finlandia, no querré buscarte en Ecuador.

Y como tú ya no estarás dónde un día pudiste estar, recuerda al menos que, desde aquella noche en Alcorcón, nunca (y si digo nunca, es nunca) dejé de bailar.

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