Recorro un pasillo interminable,
cuyo final no puedo divisar.
Tengo prohibido mirar atrás,
si no es cuando he empezado a andar.
Abro la puerta de la derecha
y me confundo entre las siluetas.
Pero teniendo todas la misma esencia,
me distingo de las demás.
Salgo y abro la de la izquierda,
y entro dentro sin pensar.
La simpleza de mis pasos
me conduce a la complejidad.
Sigo adelante por el pasillo eterno,
abriendo puertas al azar.
No hay un duende que me guíe,
yo misma decido dónde voy a entrar.
Y abro la puerta que hay a la izquierda,
escuchando una pompa estallar.
Todas sus gotitas siguen siendo agua,
aunque se hallen distanciadas.
Salgo y abro la de mi derecha.
Entro dentro tras dudar.
Pero el miedo no venció al que fue un gusano
y quiso empezar a volar.
Continúo atravesando
este pasillo embrujado.
Miro atrás cuando descanso
y hacia el frente cuando avanzo.
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