Es el momento en el que no piensas, en el que prescindes. El momento en el que la consecuencia, simplemente, no existe. Es un momento de arrebato, de ausencia, de adrenalina. Es el momento en el que decides, y después sigues. Es un instante en el que te sientes viva, el instante en el que lo haces. Es un impulso.
Paso a paso se perdía por los bosques.
Trepaba por las rocas, se asomaba por los bordes del sendero. Le gustaba el olor de las coníferas, y la humedad del río. Disfrutaba pinchándose las plantas de sus piececillos con las agujas secas de los pinos.
Buscaba caracoles, piñas caídas, cabras en las laderas del monte. Observaba las bandadas de mosquitos en el contraluz de los crepúsculos, y respiraba aire limpio.
Caía la tarde, mientras ella contemplaba nubes caminantes en un cielo que se unía con el horizonte allí a lo lejos. Dejaba que el agua fresca del arrollo masajeara sus piernas, como si estuviese sola.
Pero siempre había alguien con ella. Aunque invisible, le acompañaba su incondicional amigo: Silencio.
Optando. Siempre estamos decidiendo, eligiendo. Estar en esta roca y no en esa de allí abajo, lo modifica todo; la perspectiva. Lo que acarrea, lo que conlleva. Es como la naturaleza que me rodea. Un día fue distinta. El viento, el agua, el clima… la transformaron, la cambiaron. Es como el tiempo, que no existe aislado y sin embargo transforma a la nada en algo. Y al algo en nada. Es como el efecto mariposa… Nada está quieto. Es el constante movimiento.
Rojo como la visita periódica,
rojo como la luz de la marcha atrás,
rojo como las mejillas de un recién nacido…
Rojo vital.
