- Por la libertad del pueblo saharaui -
Estoy tan cerca de casa, como mis pies de la caliente arena, y sin embargo estoy tan lejos, como lo está el mar del desierto. Muros, minas, tanques, balas, mutilados, muertos, refugiados, presos…En un mapa tamaño folio, la guerra no supone más que unos cuantos centímetros. Los mismos que a mí me alejan de nuestras tierras. Malditos mapas… Son ellos quienes trazan las fronteras. O, mejor dicho, son ellos donde unos cuantos malditos trazan las fronteras. ¡Como si fuese un juego diseñar el mundo!
Antes era un ser paciente que esperaba ver llegar lo deseado… Hoy soy alguien impaciente que desea hacer llegar eso tan esperado. Algunos piensan que treinta y tres no son muchos años en la historia de un país… Nosotros pensamos que, treinta y tres, uno por uno, son demasiados años en la historia de cada persona. Y aún con todo, nuestra vida no consiste sólo en sufrir. También luchamos. Y amamos. No hemos envejecido aunque hayamos crecido. No hemos muerto aunque hayamos enfermado. Y dentro el pueblo no se rinde, aunque fuera nos olviden. ¡Como si el tiempo pudiese destruir la verdad!
Creo con tal firmeza que alcanzaremos la libertad, que soy capaz casi de sentirla. Pero la desconozco de tal manera, que no puedo ni olerla. En el comienzo del artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos se lee que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos…” Afirmo dignamente que, de los dos, sólo han conseguido arrebatarnos los derechos. Pero es obvio que sin ellos no podemos nacer iguales que los demás. No nacemos libres. ¡Como si los saharauis no fuésemos parte de “todos los seres humanos”!
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