30 ago 2008

Breve estancia en Copenhague

Descansando sobre el suelo y no en el aire. Mi actividad no ha cambiado, pero ante mis ojos ahora corren chorretones de personas, como si fuesen gotas recién sudadas.

Solitaria, dejo caer mi cuerpo sobre un cómodo asiento, bastante blando, adaptándome perfectamente a su respaldo. El sillón de la soledad en el que estoy sentada es para dos, pero el espacio que hay justo a mi izquierda permanecerá vacío. Así es el juego. A pesar de hallarme naufragando en las mareas de la gente, sigo siendo una ola sin océano. Disimulo… nadie sabe que, en este instante, mi corazón tiembla y, mis manos, lloran.

Me parezco a uno de esos viajeros que buscan desubicados la puerta de embarque correcta, dentro de un aeropuerto moderno. Desconozco sus historias y destinos… pero soy partícipe de su camino: el que nos traza la vida.

Todavía sigo siendo zona de conflicto entre los sentimientos enfrentados. Soy guerrilla de soldados embobados, que siendo parte de lo mismo, luchan entre sí en lugar de estar unidos. Como si de verdad estuviesen ciegos. Hoy creo saber muy poco de mí misma… Pero quizás, mañana, no sepa absolutamente nada.

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