30 ago 2008

¡Adiós, Madrid!


Se levanta del suelo un pájaro de hierro tras otro. Dentro de un avión acongojado, que todavía anda pensándoselo, estoy yo, mirando por la ventana hacia el futuro más inmediato. Hacia ése que hace unos días me pareció tan lejano.

Hacia delante… Voy hacia delante. Sin posibilidad alguna de dar marcha atrás. Sin desearlo tampoco.

Frente a la vida, cojo aliento por cada poro que se eriza de mi piel. Con cada pelo encrespado. En cada sonrisa y en cada lágrima. Cuando me sacude un escalofrío.

Cada sensación dura un instante, y ahora yo soy un enredo que entreteje mil instantes que se dan a un mismo tiempo. Mosaico aventurero… camino a lo desconocido. Otra vez. Aunque, por vez primera, mis pasos buscarán el norte: Finlandia… mis pies pisarán nieve después de tanto imaginarlo.

Hubo un día en el que, todo esto, me pareció mentira. Otras veces, creí haberme rendido ante los estragos de la locura. Hoy, sencillamente, vuelvo a sentir el miedo. Pero también vuelvo a sentir el reto. ¡Voy a por ti! Maldito miedo… Pienso enterrarte bajo el hielo. ¡Congelaré hasta tus huesos! Mientras mi alma no sentirá un ápice de frío en el mismísimo polo norte. Seré un horno caliente de esos que queman, que arden, que abrasan… con el calor del combustible que me suministró toda esa gente de la que hoy me alejo. Y es así como mi corazón no sólo late… También vibra. Con vuestro apoyo, podré con todo.

¡Adiós, Madrid! Te dejo atrás. Entre nubes confortables tú te quedas, mientras yo salgo hacia fuera. Creceré. Como crece sin remedio el alarido del motor que arranca ahora, y que comienza a revolverse por dentro. Acelera bravamente, de repente; cada vez más rápido y más sonoro. Ya colocado en posición de ataque, sin mirar atrás y decidido a atravesar Europa desgarrando el cielo, un avión despega. Conmigo dentro.

Mustia y sola… y a la vez entusiasmada. Mientras aguarda mi destino, un ala metálica afilada despedaza el algodón suave del cielo. Allí abajo, se lamenta un desierto de dunas blancas y recuerdos. Allí a lo lejos, se retuerce el horizonte en forma de suposición.

Flotan nubes expectantes, dispuestas a amortiguar mi caída, dándola por hecho. Pero yo me agarro fuerte al añil intenso, para tratar de llenar con colores este vacío tan inmenso que siento. Ése vacío que crea la incertidumbre. Ese que nos depara siempre la vida. Pero yo hoy he decidido rellenar los huecos grandes con pedacitos de cielo. ¡Allá voy! Jyväskylä me espera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

simplemente increible!!!
que grande eres y que gran vacio me dejas...
TE QUIERO!!!
(raquel)