Impermeabilidad del llanto. Lluvia de nada. Silencio ensordecedor en la inapreciable inmensidad de un solo segundo.
Una rosa cuelga boca abajo recordándome la dirección que siguen mis pasos. A ella le ha pasado algo peor que marchitarse: en su intento por detener la fugacidad del tiempo, se ha secado.
Vacío cercano, abismo musical y olfato tenue. Dueña de los ojos de un ciego que no es ciego, me pierdo cada día en el mismo lugar.
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