22 ene 2008
Madrid - Atenas
Estabas frente a mí y tus grandes ojos negros se tornaron brillantes. Tus cejas, pobladas y densas, se arquearon con asombro. Te acaricié la cara. Tu piel morena y un tanto demacrada se plegó en hoyuelos mientras sonreías. Y sentí un deseo irrefrenable de solaparme a tu delgado cuerpo y camuflarme bajo tu cazadora de cuero.
Casi rozándote pensé: « ¿pero tú no estabas en Atenas? ». Y como si me hubieses escuchado respondiste, bromeando, que lo estaba soñando.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario