11 dic 2007

Una tras otra

Me enciendo un cigarrillo. Otro más. La noche parece estarse nublando con tanto humo. Toso, una vez más. Cierro los ojos y agarro el vaso. Al acercarlo a mi rostro me penetra el olor del whisky. No pienso en nada. Ahora es mi paladar el único que trabaja. Delicioso. Sencillamente, delicioso.

Mi cigarro ya está apagado y mi vaso, vacío. Cojo la botella con ternura. La miro. De pronto, y sin truco alguno, mi vaso vuelve a estar lleno. Coloco otro cigarro entre mis labios, como si de verdad pudiese besarlo, y le prendo fuego. Con el prende también mi vida.

Cierro los ojos de nuevo y me inunda la fragancia que más presente permanece en mi recuerdo. La del whisky. Me bebo el vaso de un trago y vuelve a quedarse vacío. Cojo la botella, y lo relleno.

Ahora es la botella la que está vacía.

* * * * *

Pero… ¡¿qué hora es?! El rugido del despertador me levanta de la cama. El sol tortura a mis pupilas con latigazos. ¿¿¿Se puede saber quién me ha golpeado en la cabeza??? Necesito una aspirina. O ibuprofeno. O un sedante. Lo que sea con tal de aniquilar este dolor.

Estoy destrozado, el whisky me ha clavado las uñas por todo el cuerpo. «No vuelvo a beber, no vuelvo a beber, no vuelvo a beber…» Y esta vez no volveré a beber de verdad. Tengo que dejarlo. Voy a dejarlo. A cosas más peliagudas me habré enfrentado yo en mi penosa vida. Esto no puede ser tan difícil. «Soy capaz, soy capaz, soy capaz…» Y hoy, por fin, voy a ser capaz.

La bebida es un laberinto al que acabo de encontrar salida. Y ahora, voy a tumbarme a dormir. Me duele la cabeza y necesito descansar.

* * * * *

Despierto salpicado de penumbra. ¡Seré estúpido! La resaca ha vuelto a robarme el tiempo. ¿Pero qué más dará? El tiempo es lo único que me sobra.

Esto es una mentira. Ni las fotografías, ni las canciones, ni el dolor… ¡Ni yo mismo soy auténtico! Todo esto no es más que porquería; un maldito cuento que va narrando los acontecimientos a su antojo. ¿Por qué habría yo de abandonar lo único que me permite escapar de esa voluntad caprichosa? A lo mejor la bebida es un laberinto del que no quiero salir… Me queda una botella en la despensa.

Me enciendo un cigarrillo y toso. Desenrosco el tapón y lleno mi vaso. El aroma y el humo se funden y se cofunden. Cierro lo ojos y mi paladar es seducido nuevamente. Estoy en la gloria.

Cuando apago la colilla, mi vaso ya está vacío. No importa: la botella, todavía está llena.

* * * * *

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