- Desde Finlandia hasta Coslada -
Se despiertan. Les quito las legañas.
Los ojos cerrados de quien confía
se escapan de esta habitación mohína,
corriendo hacia la puerta de la casa.
Buscan en montones de periódicos,
y revuelven, necios, la publicidad.
Les ridiculiza la banalidad…
No ven tu carta mis ojos crujidos.
¿Sabes tú que ésta vez no es la primera?
¡Que la última mañana no será!
Pero aún confío: me darás mi droga.
Si no, como ese libro en primavera,
el otoño finlandés se morirá
con una de sus cuatro esquinas, rota.
No hay comentarios:
Publicar un comentario