1 sept 2008

Despertar en Jyväskylä

De un sobresalto abro los ojos y, después de remolonear durante un rato, al fin consigo levantarme de la cama.

Irrumpe en mi tenue habitación el sol que entra por los cristales. Lo que más me gusta de este cuarto es su ventana. Grande, tosca, transparente y sin persiana. Nada más ponerme en pie corro a asomarme por ella. Mis pupilas se dilatan y, mis ojos, parpadean. A través de mi ventana puedo ver como, al soplar el viento, los árboles empiezan a bailar estimulados. Los delgados troncos se menean placentera pero involuntariamente, pretendiéndose tocar. Y eso que nunca lo harán.

Parece vibrar la tierra. Y hoy brilla el sol pese a que yo no lo esperaba. A lo lejos, sólo veo bosques. Bosques, bosques y más bosques. De cerca, tan solo pinos. Pinos, pinos y más pinos. Me encanta.

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