31 jul 2008

Mar de dunas

Casi desnuda, dejando que el viento acaricie la parte frontal de mi cuerpo, me entrego por completo al mar, y al tierno oleaje que se mece ahí dentro. Es irónico, quizás, pero me sumerjo en sus profundidades para volver al desierto.

Y navego por el Sahara argelino hasta que el oeste se traga el sol. El mismo sol que se pierde aquí tras las montañas de Mojacar, se posa allí sobre las dunas. Y en ambos horizontes, ¡alejados!, ahora descansa.

Pero solamente lo hará hasta mañana.

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