Me levanto de la cama y doy paseos por la casa. Me enciendo un cigarrillo, cojo la libreta y me preparo para escribir.
Son ya más de las 4 de la madrugada. El tiempo envejece arrastrándome al delirio. Yo sólo quiero dormir, pero parece que hoy, ni siquiera los sueños descansan.
Mis pensamientos vuelan rápido, implacables, hasta el ayer más cercano. Y me devuelven al lugar en el que lo último que deseaba era dormir. Ese lugar tan apartado de la incongruencia de mi mundo. Ése que tanto amo.
Y ahora me detengo entre las jaimas, en una de las escasas sombras. Observo cruzar el desierto a un hombre solitario, moreno, enmarcada su mirada en un turbante negro. Cerrando los ojos, puedo ver el Sahara de nuevo.
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