8 jun 2008

Síndrome de la postergación

Alguien, hace semanas, ya me lo advirtió: “Tienes el síndrome de la postergación”, me dijo. Y es cierto que no era un diagnóstico muy precoz, pero todavía se podría remediar.

No lo hice.

Me dejé llevar hacia la extrema irrelevancia, equivocándome ya en el punto de partida: confundí la calma con la pasividad. Y hoy echo la vista atrás y me da miedo lo que encuentro. Son ráfagas de olor desaprovechado, oleadas de incógnitas acobardadas, oportunidades perdidas. Los días, brutalmente vencidos.

Ha dejado de llover mientras me acurrucaba entre las gotas que se detuvieron. Se ha secado mi voluntad. Y he ido deshidratándome poco a poco, permitiendo que se evaporasen los intentos por cambiar.

¿Estaré enferma de verdad?

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