Es mi mente la que domina el viento. Soy irreal y, sin embargo, siento.
Ya derrotados el tacto y el olvido, me lanzo a luchar contra el tiempo.
No vale más mi imagen que las palabras.
¡Jamás me pesó el cielo por tenerlo encima!
Se coló un gemido del sol entre las cortinas… Y el reflejo de mi rostro en el espejo me convirtió en parte del azar.
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