Celebrando que en un día como éste, hace ya veintidós aós, nació Bea.
Aquí en San Pedro, a menos de tres metros de la orilla, escucho murmurar al mar bajo el ocaso. La luz empieza a desaparecer, un día más, en esta playa. “El bicho” suena en la distancia, y las ruinas del castillo derruido se preparan para acoger la oscuridad. Y entonces pierdo la noción del tiempo… me encanta. Nada importa y se consigue que un instante dure un rato. Eso es lo que llaman magia, quizás.
¡Que el tiempo no corra más rápido que yo! Que la costumbre no me acostumbre. Que lo inesperado se convierta en esperado. Que la novedad no sea nueva. Que todo gire y no pare nunca. Que jamás pierda yo la alegría. Ni las ganas de vivir. Que conocer otros lugares y otras gentes sea siempre lo primero… Que el viento nunca deje de soplar.
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