29 dic 2008

Un intruso entre las mantas

Cerrando los ojos y apretando fuertemente la mandíbula, deseé que no fuese de día al otro lado de las mantas. Supe entonces que lo que necesitaba era la oscuridad eterna, pues con ella permanecería como estaba.


Me quede inmóvil, durante varias horas, escuchando cómo respirabas, mientras tú todavía soñabas. O eso pensaba yo… Quizás también estabas tú despierto. Porque tú también permaneciste inmóvil mucho tiempo, hasta que empezaste a sembrar besos por mi espalda.


Y en el oleaje de un escalofrío que choca contra dos cuerpos, ese intruso se coló entre nuestras mantas. Con su arma letal, la rapidez, nos arrebató el momento de la desnudez. Y se llevó el escalofrío, el oleaje, los dos cuerpos…


¡Hoy no puedo desear! Hoy suplico que no haya aterrizado la mañana al otro lado de la manta. Porque en vez de estar inmóvil y abrazada, porque en vez de estar en plena marejada, durante horas estoy sola, dando vueltas en mi cama.

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