8 oct 2008

Finlandia como reflejo



Como un océano embravecido cuya orilla parece mansa. Como un remolino que puede tragárselo todo, menos las penas. Explosiono como dinamita pero no doy fuego, doy cenizas. ¿Qué ocurre? Vuelvo a sentirme perdida.


Huyo de mis pensamientos como las lágrimas huyen despavoridas de mis ojos, pero sólo ellas escapan. Yo estoy atrapada entre barrotes fríos. Mis manos, mi cabeza. Mi cuerpo. Y no puedo ir tan lejos como quiero o como necesito, que en este preciso instante vienen a ser lo mismo. Me acobardo, me escondo… Hay días en que no aparezco. Y no ha habido una sola noche en la que lo haya conseguido. Es como una lucha interminable, pero sin sentido.


No basta con tratar de mantener a mi cerebro dormido: está despierto y es maligno. Me acusa de egoísmo, de locura, hasta de enferma. Me juzga estúpida y juega conmigo al “quién es quién”. Pero él acierta y yo pierdo. Me roba todo lo que tengo, me deja vacía… creo que acabará conmigo en sólo unos días. Pero, ¿cómo huir del enemigo estando ambos dentro de una habitación sin puertas? Mi cuerpo es el zulo que imposibilita recuperar la vida. ¡Me rendiría ahora mismo! Pero no existe salida. Estoy encerrada, acorralada, reprimida. Estoy hundida.


Palabras, palabrejas, palabrotas. Sacad de mí este demonio encendido. Ayudadme a escupir fuego, a vomitar cenizas. Ayudadme a sacar de mí el infierno que hoy siento. El que me oprime, el que me comprime. El infierno que me domina en momentos tan amenazantes como los que estoy viviendo en este nicho. Cavando mi destino, lapidando mis instintos, engañando mis sentidos. Todo miente. Hasta mis dientes.


Si no brota una frase hermosa, un sueño lúcido. Si no resurge ya la prosa nítida, la inspiración. Si no deja mi alma de estar presa… muero.

No hay comentarios: