Vienes,
como el horizonte al infinito.
Me atraviesas,
me dominas.
Ahora es mi pecho hundido
el único que respira.
Mi despiadada bondad,
la que conspira.
Retorciendo los recuerdos,
pellizcándome a destiempo…
Tú, ¡que raramente avisas!
Eres lo más cruel,
y también lo más sincero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario